«El Propósito de Dios Define Nuestras Vidas»

Como ciudadano del Reino, una de las mayores revelaciones que podemos recibir es entender que el propósito de Dios define nuestras vidas.

Reconociendo el Propósito

La Palabra de Dios nos llama a reconocer que ya no somos nuestros. El apóstol Pablo nos recuerda que somos templos del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19). Muchas veces, los cristianos luchamos porque no entendemos que nuestras vidas no deben ser guiadas por nuestras propias expectativas, sino por el propósito que Dios ha definido para cada uno de nosotros.

Nuestro Eterno Dios tiene un diseño único para cada persona: algunos son llamados a pastorear, otros a evangelizar, a enseñar, a restaurar matrimonios o a guiar a los jóvenes. Como lo explica Pablo, somos parte del cuerpo del Mesías, donde cada miembro tiene una función específica (1 Corintios 12:12-27). No obstante, al igual que Pedro en Hechos 11, muchas veces nos resistimos al llamado porque no coinciden con nuestros propios objetivos.

Pedro fue desafiado por El Eterno a abrirse a algo nuevo: llevar el Evangelio a los gentiles. Pero su terquedad y apego a las costumbres le hicieron rechazar inicialmente su encomienda. Fue necesario que Dios levantara a Pablo, quien sí aceptó el llamado y se convirtió en un instrumento clave para la expansión del Reino. Esto nos enseña que, si no aceptamos nuestro propósito, Dios puede levantar a otro para cumplir Su obra, pero seremos nosotros quienes perdamos la bendición de participar en Su propósito Eterno.

La intimidad con Dios Revela tu propósito

Para comprender el propósito de Dios en nuestras vidas, necesitamos desarrollar una íntima comunión con Él. La Biblia nos dice que El Eterno Dios revela Sus planes a Sus amigos más cercanos. Esta intimidad no se trata solo de orar o leer las Escrituras de forma superficial, sino de permitir que Su presencia nos transforme desde lo más íntimo de nuestro ser.

Cuando buscamos la presencia del Eterno con sinceridad, Él abre los cielos y nos muestra el camino. Sin embargo, muchas iglesias y creyentes permanecen estancados porque carecen de esta conexión real con El Creador. Intimidad significa renunciar a nuestras preferencias, incluso a las cosas más privadas de nuestro corazón, para permitir que el propósito del Eterno Dios invada todas las áreas de nuestras vidas.

Un ejemplo de esta entrega total es Yeshúa lavando los pies de Sus discípulos (Juan 13:1-17). Este acto de humildad nos enseña que el servicio es esencial para cumplir el segundo mandamiento: amar al prójimo como a nosotros mismos. Sirviendo con amor genuino, manifestamos el carácter del Mesías y alineamos nuestras acciones con el destino profético establecido para nuestras vidas.

Saturados por el Propósito divino.

Cuando el propósito del Eterno Dios satura nuestra vida, experimentamos una transformación total. Ya no vivimos según nuestras propias ambiciones, sino que nuestras metas, decisiones y pensamientos giran en torno a Su voluntad. Este nivel de entrega no solo nos permite prosperar espiritualmente, sino que también impacta nuestras relaciones, trabajo y servicio.

Sin embargo, el proceso requiere compromiso y persistencia. Al igual que David, Josué o Pablo, debemos decidir diariamente si seguimos luchando contra el llamado de Dios o si nos rendimos a Su plan perfecto. Aunque el camino puede ser incómodo o desafiante, la recompensa es mucho mayor: cumplir con Su eterno propósito para el establecimiento de Su Reino y alcanzar nuestro desarrollo pleno.

No permitamos que nuestras excusas o temores nos alejemos de lo que Dios quiere hacer en nosotros y a través de nosotros. Como dice Romanos 8:28, «todas las cosas ayudan a bien» para quienes aman a Dios y son llamados conforme a Su propósito.

Conclusión

El propósito de Dios no es solo una meta espiritual, sino el eje que debe guiar cada aspecto de nuestra vida. Es tiempo de buscar Su presencia con mayor fervor, permitir que nos revele Su plan y caminar en obediencia a Su llamado. Solo así podremos experimentar la plenitud, la prosperidad y la satisfacción que vienen al vivir en alineación con Su voluntad.

¿Estás dispuesto a dejar de lado tus planos para abrazar el propósito de Dios? Reflexiona, ora y permite que Su Espíritu te guía hacia una vida plena en El.

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