En el libro de los Salmos 24:1, encontramos un versículo poderoso que establece el fundamento de la mayordomía cristiana: «Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan». Este pasaje nos recuerda que todo lo que tenemos y somos pertenece a El Eterno Dios. Como ciudadanos del Reino nuestra responsabilidad es administrar los recursos que Él nos ha confiado con sabiduría y fidelidad. Este tema, tan relevante en nuestra vida espiritual, nos invita a reflexionar sobre cómo manejamos lo que Dios nos ha otorgado.
¿Qué es la mayordomía cristiana?
La mayordomía puede definirse como el manejo responsable de los recursos y bendiciones que Dios nos ha dado. Desde el principio, Dios estableció este principio al crear al hombre y la mujer, dándoles autoridad sobre la creación (Génesis 1:28). Sin embargo, esta autoridad no significa posesión, sino administración. Como explica Hageo 2:8, «Mía es la plata y mío el oro, afirma el Señor Todopoderoso».
Esto nos lleva a comprender que nuestro tiempo, talentos, bienes materiales e incluso nuestra vida pertenecen al Eterno. Nuestro papel es actuar como administradores responsables, asegurándonos de utilizar estos recursos para Su gloria y el avance de Su Reino.
La clave de la mayordomía: responsabilidad y comunión con Dios
Un buen administrador no solo maneja los recursos con sabiduría, sino que busca constantemente la dirección del verdadero Dueño, Dios. Esto implica orar, leer la Biblia y mantener una comunión íntima con Él para discernir Su voluntad. Sin esta conexión, corremos el riesgo de malgastar lo que se nos ha confiado.
Es importante recalcar que la responsabilidad también incluye ser equilibrados en el uso de los bienes. Como cristianos, no debemos gastar impulsivamente ni descuidar nuestras prioridades espirituales. Por ejemplo, antes de hacer una compra significativa, debemos preguntarnos: «¿Estoy usando el dinero de manera que honre a Dios?»
En este sentido, también se nos llama a invertir en lo eterno. Esto puede incluir apoyar obras misioneras, ayudar a los necesitados o participar activamente en el ministerio. Nuestro Eterno Dios promete multiplicar lo que ponemos en Sus manos, demostrando que Su provisión nunca falla.
La mayordomía de la vida y el cuerpo
Además de administrar bienes materiales, somos responsables de nuestra vida y nuestro cuerpo. Según 1 Corintios 6:19-20, «¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo? […] Ustedes no son sus propios dueños». Esto significa que debemos cuidar nuestro cuerpo, manteniéndolo puro y santo, porque le pertenece a Dios.
La fidelidad, tanto en nuestras relaciones como en nuestras acciones diarias, también es una forma de mayordomía. Ser fieles no es algo visible para otros, sino una decisión interna que refleja nuestra comunión con Dios.
Advertencias sobre el mal manejo de los recursos y la vida
La Biblia es clara en cuanto a las consecuencias del mal manejo de lo que Dios nos ha confiado. Pasajes como Ezequiel 18:4 («Todas las almas son mías») y 1 Corintios 6:9-10 advierten sobre prácticas que deshonran a Dios, como la avaricia, el robo, la inmoralidad sexual y la idolatría. Estas acciones no solo nos alejan de Dios, sino que también nos impiden cumplir con nuestro llamado como administradores fieles.
Además, se enfatiza la importancia de escuchar la voz de Dios para evitar decisiones equivocadas. La comunión diaria con Él nos permite discernir cuándo y cómo usar los recursos que nos ha dado, evitando malgastos o inversiones innecesarias.
Conclusión
La mayordomía cristiana es más que una responsabilidad; es un privilegio que refleja nuestra relación con Dios y nuestra obediencia a Su Palabra. Al reconocer que todo pertenece a Él, nuestra perspectiva cambia, y comenzamos a ver nuestras posesiones, tiempo y vida como herramientas para Su gloria.
Al practicar una mayordomía fiel, estamos demostrando que entendemos el llamado divino a ser luz y sal en un mundo que necesita desesperadamente el ejemplo de quienes administran con integridad y propósito. Que esta verdad nos motive a vivir de manera que honremos a Dios en todas las áreas de nuestra vida.
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