Una Transformación Necesaria
Cuando escucho estas palabras, el peso de la responsabilidad como ministro se hace más evidente en mi mente y corazón. Estas reflexiones, tan llenas de pasión y urgencia, resuenan profundamente en mi ser. La transición de lo sacerdotal a lo profético es un tema que no puedo ignorar, ni subestimar su importancia en nuestra labor como ciudadanos del Reino.
Recuerdo las enseñanzas de mi formación eclesiástica, donde se enfatizaba la importancia del sacerdocio, de servir en el altar, de administrar los sacramentos y guiar a la comunidad en su relación con Dios. Sin embargo, estas palabras desafiantes me recuerdan que nuestro llamado va más allá de las paredes de la iglesia y las liturgias tradicionales.
El mensaje es claro: perder la humildad es perder la esencia misma de nuestro ministerio. No podemos encerrarnos en la comodidad del templo y limitar nuestra labor al ámbito religioso. Somos llamados a ser parte de un Reino más grande, a involucrarnos en todas las áreas de la sociedad, a ser profetas del Eterno en la tierra.
La humildad, esa virtud tan fundamental en la vida cristiana, es el pilar sobre el cual se construye la verdadera influencia y transformación. Yeshúa mismo nos mostró con su ejemplo que la humildad no es debilidad, sino fuerza; no es pasividad, sino acción. Recordemos cómo se relacionaba con todos, cómo compartía la mesa con pecadores y cómo perdonaba incluso en medio del sufrimiento en la cruz.
Y en medio de esta reflexión, surge una verdad que quizás no quería enfrentar: la pobreza no define nuestra fe. Durante mucho tiempo se nos ha inculcado la idea de que la renuncia material es un requisito para seguir al Mesías. Pero ¿acaso Yeshúa no nos llamó a prosperar en todas las áreas de nuestra vida? ¿No nos invitó a ser luz en medio de las tinieblas?
La lectura del libro de Levítico nos confronta con la normativa dada por Dios a los sacerdotes. Pero también nos lleva más allá, nos invita a comprender que el tiempo del sacerdocio ha dado paso al tiempo de lo profético. Así como Ezequiel fue llevado al valle de huesos secos, nosotros también somos llamados a levantar lo que está muerto, a ir más allá de las estructuras establecidas y llevar la palabra de vida a cada rincón de nuestra sociedad.
Es un llamado a dejar atrás la mentalidad de la iglesia institucionalizada y abrazar la visión de una iglesia en movimiento, activa y comprometida con la transformación social. Ya no podemos conformarnos con seguir los modelos del pasado; es hora de dejar que el espíritu profético que habita en nosotros se manifieste con valentía y creatividad.
Este mensaje desafía mis propias creencias y prácticas ministeriales. Me confronta con la necesidad de salir de mi zona de confort y enfrentar los desafíos de nuestro tiempo con una fe audaz y una humildad genuina. No es fácil, pero es esencial si queremos ser verdaderos agentes de cambio en un mundo que clama por la luz y la esperanza que solo Yeshúa El Mesías puede ofrecer.
De lo sacerdotal a lo Profetico
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