3 NIVELES DE ATAQUE DE SATANÁS

Normalmente, hablar del ataque de satanas no es algo que esté en mi línea editorial. Sin embargo, me encuentro reflexionando sobre un tema que considero crucial para todos nosotros como creyentes. Es necesario entender que estamos en una batalla espiritual, un conflicto en el que debemos estar conscientes de quién es nuestro enemigo y cómo opera. Aunque no es mi costumbre centrarme en ese aspecto, es esencial para nuestra fortaleza espiritual conocer las artimañas del adversario.

En una reciente transcripción, se resaltaron tres niveles de ataque que Satanás puede utilizar en nuestras vidas: la tentación, la persecución y la acusación. Estos niveles revelan los poderes que satanás posee para atacarnos, pero es crucial recordar que él no tiene autoridad sobre nosotros si no se la otorgamos. Es decir, aunque pueda tentarnos, perseguirnos o acusarnos, no tiene el poder último sobre nuestras vidas si nos mantenemos firmes en nuestra fe y en la autoridad que El Eterno nos ha dado.

La primera táctica que satanás utiliza es la tentación. Nos tienta con nuestros propios deseos, buscando seducirnos y alejarnos del Creador. Aquí radica la importancia de reconocer y resistir estos deseos malignos que pueden surgir en nuestras vidas. Es un recordatorio de que la lucha es constante y que debemos estar alerta para no caer en la trampa de nuestros propios deseos pecaminosos.

La persecución es el siguiente nivel de ataque. Cuando resistimos las tentaciones de satanás, él puede recurrir a perseguirnos, utilizando diversas formas de acoso o incluso calumnias para desanimarnos y debilitarnos espiritualmente. Es en estos momentos de persecución donde nuestra fe se pone a prueba, pero también es donde podemos experimentar la fortaleza de Dios que nos sostiene y nos da esperanza.

Finalmente, la acusación es el nivel más alto de ataque. Satanás busca acusarnos constantemente, tratando de hacernos sentir culpables e indignos del amor y la gracia del Padre. Es esencial recordar que, como hijos amados de Dios, tenemos el derecho y la autoridad para rechazar esas acusaciones y afirmar nuestra identidad en Yeshúa.

En medio de estos ataques, debemos recordar que no estamos solos. Dios está con nosotros en cada paso del camino, fortaleciéndonos y guiándonos a través de las batallas espirituales. Al confiar en Su poder y permanecer firmes en nuestra fe, podemos resistir los ataques del enemigo y salir victoriosos en Yeshúa nuestro Mesías.

Es hora de levantarnos como guerreros espirituales, armados con la verdad de la Palabra de Dios y equipados con la armadura espiritual que nos protege en la batalla contra las fuerzas del mal. No podemos permitir que el temor o la duda nos paralicen, sino que debemos avanzar con valentía y determinación, sabiendo que somos más que vencedores en Yeshúa El Mesías. Que este recordatorio nos impulse a permanecer firmes en nuestra fe y a vivir con coraje y confianza en el poder de Dios que habita en nosotros. ¡Que la victoria sea nuestra en El Mesías!

Como evitar el ataque de satanas

Por lo demás, sed fortalecidos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Revestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo, porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los gobernadores del mundo de las tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. 

Por tanto, tomad la armadura completa de Dios, para que podáis resistir en el día malo y, habiendo hecho todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñida vuestra cintura con la verdad, revestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con el cual podréis apagar todos los dardos de fuego del maligno; y aceptad el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. 

Orad siempre en el Espíritu mediante toda oración y súplica, velando también para ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos, y por mí, para que me sea dada palabra al abrir mi boca, a fin de dar a conocer abiertamente el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; para que osadamente hable acerca de él, como debo hablar.

Efesios 6:10-20

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