5 PRINCIPIOS DEL REINO DE DIOS

Hoy exploraremos los «5 Principios del Reino de Dios». Estos principios son eternos, inmutables e inviolables, y son esenciales para nuestra vida cristiana y nuestro crecimiento en el Reino. A través de las historias bíblicas de Saúl y David, veremos cómo la obediencia a estos principios determina nuestra prosperidad y éxito en la vida espiritual.

El Principio de la Dependencia

Para entender el Reino de Dios, debemos primero aprender a depender completamente de Él. En Juan 15:1-16, Yeshúa se describe a sí mismo como la vid verdadera y a nosotros como las ramas. Esto subraya la importancia de permanecer y depender de Él en todas nuestras decisiones.

La dependencia de Dios implica consultar con Él en cada aspecto de nuestra vida, desde nuestras inversiones hasta nuestras relaciones personales. Muchas veces, cuando alcanzamos cierto éxito, olvidamos nuestra necesidad de Dios. Pero la Biblia nos recuerda que debemos permanecer en Él para continuar recibiendo Su guía y bendiciones. Como un niño depende de sus padres, debemos depender de Dios, reconociendo que, sin Él, no podemos hacer nada.

Un ejemplo bíblico es la historia del profeta Natán y el rey David. A pesar de sus errores, David siempre buscó la guía de Dios, mostrando su dependencia y arrepentimiento genuino. Este principio nos enseña que debemos consultar con El Eterno Dios en todas nuestras decisiones, asegurando que estamos alineados con Su voluntad y propósito.

El Principio de la Autoridad

El segundo principio es la autoridad. La historia de Saúl (1 Samuel 15) nos muestra las consecuencias de quebrantar este principio. Saúl perdió su reinado por no someterse a la autoridad de Samuel, el profeta de Dios. Esto nos enseña que debemos reconocer y respetar la autoridad que Dios ha establecido sobre nosotros.

En Mateo 8:5-10, encontramos la historia de un centurión romano que entendía este principio y busco ayuda de Yeshúa, él sabía que la palabra del Mesías era suficiente para sanar.

En la vida cristiana, debemos someternos a la autoridad espiritual. Esto incluye a nuestros pastores y líderes, quienes están puestos por Dios para guiarnos y corregirnos. La obediencia a la autoridad es crucial para nuestro crecimiento espiritual. Si no aprendemos a someternos, no podremos ejercer autoridad de manera efectiva.

La autoridad no es solo una cuestión de poder, sino de protección y guía. Cuando estamos bajo la autoridad correcta, estamos en una posición segura y somos capaces de recibir dirección divina. Por ejemplo, en una iglesia, el pastor tiene la responsabilidad de corregir y guiar a la congregación, asegurando que se mantengan en el camino correcto. La falta de sometimiento a la autoridad puede llevarnos a errores y desviaciones, tal como le ocurrió a Saúl.

El Principio de la Paternidad

El tercer principio es la paternidad, y podemos tener mayor claridad sobre el tema leyendo Juan 1:12. Donde encontramos claramente que ser hijos de Dios implica una relación íntima y personal con Él, donde no solo buscamos Sus bendiciones, sino Su presencia y guía constante.

En el Reino de Dios, no hay lugar para sobrinos, nietos o primos. Solo los hijos entran en el Reino de los Cielos. Esta relación filial significa que dependemos de Dios como nuestro Padre, confiando en Su provisión y dirección. La paternidad de Dios nos asegura que estamos bajo Su cuidado y protección, y que todas nuestras necesidades serán suplidas por Él.

La relación de paternidad nos invita a vivir conforme a Su voluntad, alejándonos del pecado y buscando una vida de santidad. Cuando reconocemos a Dios como nuestro Padre, nos comprometemos a obedecer Sus mandamientos y a vivir según Su propósito. Esto nos permite experimentar Su amor y cuidado de manera plena y efectiva.

Principio de Dar

La prosperidad en el Reino de Dios se basa en la ley de la siembra y la cosecha. Muchos de nosotros hemos adquirido riquezas materiales, pero estas riquezas no deben impedirnos ver las maravillas que Dios tiene para nuestras vidas. Dios quiere que aprendamos a dar, porque solo dando es como recibimos.

El joven rico en la Biblia tenía muchas posesiones, pero Yeshúa le pidió que las vendiera y las diera a los pobres para que tuviera tesoro en el cielo. Esto nos muestra que nuestras riquezas no deben ser un obstáculo para seguir al Mesías y recibir Sus bendiciones. Dar es fundamental. La Biblia dice en Malaquías 3:10 que debemos traer los diezmos al alfolí y que Dios abrirá las ventanas de los cielos y derramará bendición hasta que sobreabunde.

Algunos pueden pensar que el diezmo es una práctica desfasada de la realidad, pero es un principio bíblico que sigue vigente. Cuando damos nuestros diezmos y ofrendas, Dios reprende al devorador de nuestras finanzas. Sin embargo, dar no significa que dejemos de trabajar (Proverbios 14:23). La prosperidad viene de dar y de trabajar diligentemente (además de la puesta en práctica de todos los principios financieros bíblicos).

Principio de la Fe

La fe es creer en lo que no vemos (Hebreos 11:1), es confiar en Dios en cada detalle de nuestras vidas. No debemos buscar milagros como evidencia de nuestra fe; nuestra fe debe ser firme incluso cuando no veamos resultados inmediatos.

Yeshúa nos enseñó a tener fe en todas las áreas de nuestra vida. En Juan 11, cuando resucitó a Lázaro, demostró que nuestra fe puede mover montañas y realizar milagros. No obstante, nuestra fe debe ser practicada en lo cotidiano. Cuando enfrentamos una enfermedad, debemos orar primero antes de buscar soluciones humanas. La fe no se limita a lo extraordinario; debe ser aplicada en lo más común de nuestra vida diaria.

Dios nos ha prometido que, si clamamos a Él, nos responderá y nos mostrará cosas grandes y ocultas que no conocemos (Jeremías 33:3). Como hijos del Rey, debemos tomar autoridad y gobernar nuestras vidas con fe, sabiendo que nuestro Padre celestial tiene el control.

Conclusión

Estos «Cinco Principios del Reino de Dios» son solo algunos de muchos que nos guían a una vida de prosperidad y éxito en el Reino de Dios y que son fundamentales para nuestra vida cristiana.

Al aplicarlos en nuestra vida diaria, podemos asegurarnos de estar alineados con la voluntad de Dios y experimentar Su bendición y guía en todas las áreas de nuestra vida.

Aprender y vivir estos principios no solo nos ayuda a crecer espiritualmente, sino que también nos capacita para impactar positivamente a aquellos que nos rodean. Así, establecemos el Reino de Dios en nuestras vidas y en las vidas de otros, cumpliendo Su propósito en nosotros y a través de nosotros.

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