La Revelación del Reino de Dios

En Mateo 13:11-17, Yeshúa explica a sus discípulos que a ellos se les ha dado el privilegio de conocer los secretos del Reino de Dios. Este conocimiento espiritual no está disponible para todos; es un don especial reservado para quienes están dispuestos a recibirlo. Yeshúa emplea parábolas para que quienes tienen oídos sordos y ojos cegados por la insensibilidad no comprendan, como ya lo había profetizado Isaías. Sin embargo, quienes escuchan y ven con un corazón dispuesto son dichosos, pues pueden recibir esta revelación divina que Dios concede a través de los sentidos espirituales.

La Revelación Espiritual y los Enviados

Yeshúa menciona que «al que tiene se le dará más y al que no tiene, incluso lo que tiene le será quitado», a menudo esto se interpreta como una ley de abundancia o como si solo quien posee algo fuera merecedor de recibir más. Sin embargo, lo que El Maestro nos enseña en este pasaje es una realidad espiritual más profunda: aquellos que desean recibir la revelación de Dios y están dispuestos a abrir sus ojos y oídos espirituales recibirán más sabiduría, mientras que quienes se niegan a aceptar la voz de Dios quedarán limitados en su percepción espiritual.

En este contexto, Yeshúa nos recuerda que la vista y el oído son sentidos fundamentales no solo en la vida humana, sino también en la vida cristiana. En este sentido, en Proverbios 27:20, se nos advierte que la muerte y los ojos del ser humano jamás se satisfacen. Si enfocamos nuestra vista y nuestro oído hacia el servicio a Dios, desarrollaremos un sentido de propósito y dirección clara, algo que El Eterno quiere que cultivemos en nuestro diario caminar.

La Vista Espiritual: Un Instrumento del Reino de Dios

Génesis 1:31 nos recuerda que Dios vio que todo lo que creó fue bueno. En esta perfección inicial, Dios no solo nos dio vida, sino también sentidos que, cuando son guiados por Su luz, pueden llevarnos a vivir en bendición y prosperidad. Sin embargo, la caída de Adán y Eva en el Edén muestra, cómo el mal uso de los sentidos —especialmente la vista— llevó a la humanidad a desviarse. Cuando Eva miró el fruto prohibido y lo vio «bueno y deseable», fue su deseo de adquirir sabiduría lo que la llevó a desobedecer, y esa decisión marcó el inicio del fin para su vida.

La vista, como sentido espiritual, es poderosa y tiene el potencial de iluminarnos o cegarnos espiritualmente. Yeshúa nos advierte en Lucas 11:34-36 que los ojos son la lámpara del cuerpo. Si nuestro ojo es «bueno» y nuestra visión clara, todo nuestro ser disfrutará de la luz. Sin embargo, si dejamos que la codicia, el pecado y el deseo de lo prohibido tomen control de nuestra vista, caminaremos en oscuridad, y nuestro espíritu y cuerpo morirán.

Este mensaje es especialmente relevante en un mundo donde la apariencia física y la comparación son frecuentes. La Biblia dice que somos hechos a imagen y semejanza de Dios; por lo tanto, somos perfectos en Su diseño. La insatisfacción con nuestro aspecto o nuestras circunstancias puede conducirnos a la codicia, como se menciona en 1 Juan 2:16: «la codicia de los ojos, las vanaglorias de la vida no provienen del Padre, sino del mundo». Esta insatisfacción, como un problema espiritual, nos aleja de la verdad y nos lleva a valorar más lo externo que la pureza y claridad de la vista espiritual.

La satisfacción en Dios y El Reino

Hoy en día, muchas personas buscan llenar sus vidas con posesiones o buscan alcanzar la aprobación externa, sin saber que Dios nos creó perfectos y con propósito. Esta insatisfacción con nosotros mismos y la búsqueda de algo «mejor» en lo externo se convierten en la raíz de la codicia. La codicia comienza cuando el ojo es corrompido, y, como explica Yeshúa, cuando creemos que estamos en la luz, pero nuestro interior está lleno de oscuridad; nuestra vida ha sido diseñada para ser llenas del Espíritu de Santidad y así iluminar a nuestro prójimo.

La exhortación aquí es clara: debemos buscar una visión espiritual pura y reconocer que todo lo que necesitamos para ser felices y exitosos ya nos ha sido dado por Dios. Él desea que caminemos en Su luz, iluminando todas las áreas de nuestra vida. La claridad de esta luz nos permite ver más allá de las apariencias y confiar en que El Eterno Dios nos creó para Su gloria, con la capacidad de perfección y con las habilidades necesarias para cumplir Su propósito.

Conclusión

En Mateo 13:11-17, Jesús nos invita a recibir la revelación del Reino de Dios a través de una visión espiritual clara y una disposición para escuchar. Al poner nuestra vista y oído al servicio de Dios, vivimos una vida en luz, guiada por Su verdad y alejados de la codicia y el engaño del mundo. Dios desea que vivamos en satisfacción, aceptándonos como Su creación perfecta, y nos insta a cuidar nuestra vista nuestro y oído, no solo como sentidos físicos, sino como instrumentos espirituales que pueden acercarnos o alejarnos de nuestro hacedor.

El Reino de Dios es accesible para aquellos que, con un corazón limpio, están dispuestos a abrir sus ojos y oídos espirituales. Dios nos ha dado la capacidad de ver y oír Su verdad. Al comprender el poder de los sentidos y nuestra necesidad de una revelación clara, podemos vivir una vida plena en Su luz, dejando atrás la oscuridad y el pecado.

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